NAVIDAD… ¿DULCE NAVIDAD?

Es época ya en la que en muchas ciudades huele a Navidad. Son días previos a ésta en la que se planifica si vamos a casa de tu madre o de la mía, hacer la interminable lista de la compra para los menús, ir almacenando el turrón como si no se pudiera volver a comprar nunca más, la carta a los Reyes Magos y la ansiedad en la espera, compras y más compras… Hay quienes ya están estresados sólo leyendo estas líneas y los hay que disfrutan con todos estos preparativos.

Se iluminan las calles y a la vez algo en nuestro interior. “El espíritu navideño” se instala para tratar de atraparnos en ese saco rojo que Papá Noel carga en su espalda. Esas luces llevan de la mano muchos recuerdos e inmediatamente lo asociamos a la fantasía, la magia de sentir que desde Oriente llegan a nuestra casa, la lumbre y sus miradas, abrazos largos…sueños que diciembre y sus dos patitos con sus gigantes bombos nos hacen esperar nerviosos el cántico de los ruiseñores del Escorial y nos transportan a rincones  en los que es poreuniñarespiertos. Villancicos que fueron nuestra nana en la cuna y que nos siguen arropando cuando llega el frío. Familia, amigos… encuentros y desencuentros.

Emociones con una salsa agridulce entre “tener ganas” de que lleguen estas fechas y “desear que se acabe”  lo antes posible. Compaginar ese guiso no es nada sencillo.

VITAE PSICOTERAPIASiempre tuve esa sensación de tener que estar contenta en estas fechas… ser feliz y olvidar todo lo que supusiera lo contrario “porque estamos en Navidad”. Todo cabía en ese saco de justificaciones injustificadas. Nos queremos llenar tanto de todo… que es imposible no sentirnos empachados. Y no sólo me refiero al turrón, sino que nos rodean sensaciones del “deber” y “tener que”, que nunca dejarán que nuestro interior se llene a su antojo.

Parece ya una frase hecha, pero en este tipo de fechas siempre acabas pensando en los que ya no están. Crees que el anuncio del Almendro también te va a pasar a ti y ocurre que sí pasa: vuelven a casa por navidad… excepto los que no volverán jamás. Y se produce entonces una tendencia a centrarnos en la falta… sin poder valorar a los que SÍ están.

Esos vacíos, los agujeros internos de ausencias, nunca se acaban de llenar. Son como rotos en los bolsillos de los pantalones, cosidos y re-cosidos por los que al final se acaban colando las monedas.

Cicatrices que te recuerdan que hay sillas vacías, que sigue habiendo ese espacio por el que se cuelan los fantasmas y aparecen las sombras. Sombras que, sin ser las de Grey, se escriben con mayúscula. Sillas vacías que a veces se incrementan de una Navidad a otra. Y que, en el mejor de los casos, aparecerán sillitas a las que hay que dejar un hueco nuevo, un recuerdo, una magia que seguro tú también tuviste y que te enseñó a soñar.

Recuerdo los nervios al saber que estaban a punto de llegar de viaje, la emoción de preparar las mesas, la comida, planificar día a día qué ingrediente emocional se añadía para el día siguiente. El encuentro deseadísimo de estar con las amigas, juntas… esos encuentros con fechas y rituales que año tras año cerraban uno y abrían el siguiente; prepararnos los tacones a pesar de los cinco centímetros de nieve y, con suerte, dar los buenos días a “Lorenzo” con la música resonando aun en los oídos. Parece tan lejano… que mi memoria me está pidiendo una pausa de tanto trabajar.

VITAE PSICOTERAPIAAhora viajo a lugares mágicos que sirven de refugio a mi nostalgia para que no se empeñe en que cualquier tiempo pasado fue mejor. Mi maleta es el amor de mi héroe sin capa que me recuerda el mensaje que Amenábar plasma en el esperado y maravilloso anuncio de Navidad de este año: «La suerte es habernos encontrado”.

Y es que hay veces que nos olvidamos de buscar el lado bueno de las cosas… Podríamos sentirnos pletóricos por ser tanta gente y no quejarnos de que no hay espacio; podríamos felicitar por la comida que han preparado y el esfuerzo que conlleva pero nos quejamos de la cantidad de comida que hay sobre la mesa; que el cava que hemos comprado es mucho más caro que el que trajo mi cuñada el año pasado en vez de disfrutar cada sorbito poniéndole así el valor que le corresponde. Ser agradecidos es reconocer, dar valor a lo que alguien hizo con dedicación y con la intención de agradarnos. Ya con esa entrada, es difícil no sentirnos a gusto.

A veces, este tipo de reuniones familiares hacen que las conversaciones tomen apariencia de un circo de discusiones y peleas en el que lo único que importa es que el trapecista (que soy yo), es el que mejor lo hace. Si tratamos de escuchar queriendo tener razón, mal vamos… Escuchar al otro requiere atender lo que dice más allá de las palabras que pronuncia. Se trata de escuchar con todo: con mirada, con tripas y corazón, para tratar de entender el lugar desde el que nos habla. ¿Habla desde sus miedos? ¿Desde sus deseos? ¿Desde sus anhelos?… Sólo si nos sabemos colocar de forma consciente y profunda podremos mantener una escucha activa y no simplemente abrir los oídos mientras estoy atento a mi móvil. Abrir los oídos no es abrir el corazón.

Es muy importante que nuestra actitud esté en consonancia con nuestro sentir. Si voy a la cena de Nochebuena sintiéndome obligado deberíamos saber que es probable que nuestra actitud ya no vaya a ser la adecuada. Ir a cenar con alguien cuando sabes que no lo vas a pasar bien es un gran signo de interrogación. Quizás hay que decidirse por hacer lo que uno sienta y no lo que cree que debe hacer. Vamos a una celebración y, si uno no quiere celebrar, hay que darle ese espacio para sí mismo.

VITAE PSICOTERAPIAPero si decidimos acudir, si nos comprometemos a estar, esta es la idea: vamos a celebrar algo, lo que sea, con personas a las que nos une algo, con las que compartimos algo y, aunque sólo sea una vez al año, brindar por esa vida y ese camino juntos es un buen motivo para estar presentes en el “chin, chin”.

Ser consistente con aquello que hemos decidido nos ayudará a equilibrar ese compromiso con nuestro sentir. Mientras que si la consistencia se rompe aparecerá ese malestar interno tan desagradable llamado disonancia cognitiva.

Probable es también que supongan un gran consumo de energía y emociones que por no regularlas bien uno se pueda sentir saturado y empachado de cuñados que lo saben todo y tías que no tienen nada en cuenta… por no hablar de esa familia política que cambiaríamos sin pensarlo por la del vecino y que, como su nombre indica, se juntan dos conceptos que están abocados (y ahora más que nunca con ese querer independentista) a las discusiones: familia y política. Con esta ecuación es muy fácil pensar que nada bueno puede salir de ahí.

No es buena idea anticipar qué es lo que puede pasar este año si tomamos el ejemplo del año pasado. Es importante también sentirnos con libertad para expresar lo que sentimos respecto de este tipo de reuniones, aunque no siempre podamos elegir que sea en mi casa y no en la tuya.

VITAE PSICOTERAPIATener una buena predisposición y mínimas expectativas nos ayudarán a tener ese “espíritu navideño” que a veces se esconde y que si lo dejamos libre puede convertirse de la clave del éxito.

Si somos capaces de comprender el significado que el otro le da a la Navidad o al reunirnos todos; si aceptamos que lo que para mí tiene sentido quizás no lo tenga para otro o que el significado que otros le dan a algunas cosas no es un ataque personal, entonces seremos capaces de vivir todo esto juntos pero no revueltos.

¿Y si esta Navidad… abrimos el corazón?

LAS GANANCIAS DE LAS PÉRDIDAS

Al mal tiempo, buena cara; sacar el lado positivo de las cosas; si la vida te da la espalda, tócale las nalgas… Son algunas de las frases que hemos escuchado o dicho en distintos momentos de nuestra vida. Hay una que a mi me gusta mucho: “Si la vida te da limones, haz limonada” (¡¡o pide tequila y sal!!).

¿Has intentado hacer limonada con los limones que te da la vida? Cuando tenemos limones, o nos conformamos con lo amargo y lo ácido de la vida o aprendemos a sacar provecho a lo que tenemos, exprimimos el jugo que sale y disfrutamos de ello.

Las cosas no tienen un solo lado. La clave está en poder ver “el otro lado de las cosas”. Hay quienes ven nevar mirando tras la ventana, como observadores de una vida que ellos no se atreven a vivir; y hay quienes salen a mojarse con los copos que caen y se empapan haciendo bolas de nieve.

Cada decisión que has tomado en tu vida te ha llevado donde estás ahora. Quizá te dejaste llevar por la corriente, quizá era lo que otro quería para ti…pero si te planteas que el rumbo tiene que ser distinto, no puedes “no hacer nada”,  sino que puedes virar el timón y seguir navegando. Todo avance trae dudas, incertidumbre, inseguridades… pero lo importante es que puedas darte cuenta que nunca es tarde para empezar a crear la vida que quieres.

¿Decides o deciden? ¿Caminas o te llevan? ¿Saltas o te empujan?

Decidir cambiar el rumbo lleva tropiezos, pero los pasos siempre son los mismos: caerse, levantarse y volver a caminar. El camino no es llano, el mar no siempre está calma, pero si eres tú quien lleva el timón el viaje lo harás con mucha más seguridad. La vida se va y no te va a esperar.

PSICOTERAPIAAl escribir estas líneas me vienen multitud de situaciones en las que una persona piensa que está perdiendo algo, cuando en realidad está ganando mucho.

Atravesar por un proceso de separación se asocia inmediatamente con pérdidas… la disgregación familiar, el reparto de bienes, la soledad…pero no solemos pensar en las ganancias encubiertas en esas pérdidas. Son los miedos al cambio y a la incertidumbre los que nos mantienen muchas veces en la “zona de confort”  haciendo de nuestra existencia una rutina sin plantearnos alternativas posibles. Es el miedo a encontrarme si te pierdo…Miedo a tener control o a mi descontrol. Más miedo a perder que motivación por ganar.

Por eso cuando aparece otra persona, un nuevo o antiguo amor y me empuja a tomar la decisión de poner fin a esa que creía mi vida, no es más que una justificación para atreverme a dar el paso que el preso ansía. Esto, puede llegar a resultar más sencillo que decirte: “no sé qué me pasa, qué nos pasa, no siento lo mismo, no quiero seguir contigo aunque te quiero”.

Perder la casa que hasta ahora había sido mi casa o el negocio que llevamos a medias, o renunciar al mismo para que mi presencia no te incomode es, en muchas ocasiones, GANAR vida. Perder un poco de ti, de lo que te pertenece, es ganar independencia, ganar libertad, ganar control sobre tu vida y la capacidad de poder elegir.

Atravesar momentos duros o sentir una profunda tristeza con la vivencia de  circunstancias adversas, nos dota también de un efecto protector. El dolor emocional nos fortalece y nos ayuda a tomar el impulso necesario para seguir nuevos caminos.  Hay algunos animales que necesitan hibernar para protegerse así de las durezas del invierno, y salir vigorosos tras él.

Claro está que si hablamos de separaciones, una parte siente que gana y otra que pierde. Importante es poder ver dónde estás poniendo tu foco de visión. Se pierden nucleos afectivos, se pierde a veces la crianza de los hijos (a veces su amor), se pierde una familia, una seguridad emocional, a veces una seguridad económica y un nivel de vida asociado a la misma… se pierde hasta el saber quién es uno mismo. Hay que aprender quién soy yo ahora y quién es esta compañera de viaje «que se llama soledad”.

En muchas ocasiones hemos deseado alejarnos de todos pero por distintas circunstancias no hemos dado ese paso aunque solo fuera por minutos. Los momentos de estar solos son valiosos porque permiten la introspección y relajación. Una mamá me expresaba que necesitaba irse una hora al Spa pero que era incapaz de hacerlo porque ello significaba tener que dejar a su bebé al cuidado de otra persona y concebía que este gesto era de una madre egoísta que se va a disfrutar de unos minutos sola mientras su bebé la necesita, sin plantearse que “perder” esos minutos de presencia la dotarían de unas ganancias mayores al aportarle calma, serenidad, bienestar… Una mamá estresada y angustiada tendrá un bebé estresado y angustiado.

Retirarnos “a ratitos” del mundo exterior y de la interacción con los demás hace que nuestro mundo interior también se nutra. Aprender a no depender de otros para estar satisfechos es una buena receta para ganar autonomía y fortalecerse para cualquier dificultad. Cualquier dificultad es pasajera, pero también la felicidad lo es.

La vida es para compartirla con quien decidas ir de la mano. Poder caminar sacando el lado bueno de las cosas no es cuestión suerte, sino de sentir que cada paso que das es una pieza más que forma el puzzle de tu vida, ese que da sentido a tu historia personal.

Sacar la ganancia de la pérdida sólo es posible si se quiere…. si no, seguiremos pensando que el mundo es un monstruo que nos persigue, que nos tiene manía y que mi persona es un gran “cenizo” que tiene muy mala suerte.

Lo inevitable es vivir con o sin, contigo o sin ti, aquí o allí, conmigo o sin mí. Lo valiente es que puedas decidirlo tú.

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Tres cosas que aprendí cuando mi avión se estaba estrellando

Hay quienes afirman cómo tras escuchar este discurso de apenas 4 minutos, no son los mismos. Es un relato de hace años pero por distintas circunstancias, hoy es un magnífico día para recordarlo y para que seáis vosotros quienes juzguéis si os movió algo…. si os hizo pensar… reflexionar… si algunas de las palabras o frases se os agarraron por dentro para no soltaros o si os estremeció sin saber exactamente nada más:

“Imaginen una gran explosión cuando estás a 900 metros de altura. Imaginen un avión lleno de humo. Imaginen un motor haciendo clac, clac, clac, clac, clac… Suena aterrador. Bien, yo tenía un asiento único ese día. Estaba sentado en el 1D. Era el único que podía hablar con los asistentes de vuelo, así que de inmediato los miré, y dijeron: “no hay problema; probablemente golpeamos algunas aves. El piloto ya había virado el avión, y no estábamos tan lejos. Se podía ver Manhattan. Dos minutos después, tres cosas sucedieron al mismo tiempo. El piloto alineó el avión con el río Hudson. Generalmente esa no es la ruta. Apagó los motores. Imaginen estar en un avión y sin ruidos. Y luego dijo tres palabras: las tres palabras más impactantes que haya escuchado nunca. Dijo: “Prepararse para el impacto”. No tuve que hablar más con la asistente de vuelo, pude verlo en sus ojos, era terror. La vida se terminaba. Quiero compartir con ustedes tres cosas que aprendí sobre mí mismo ese día.

Aprendí​ ​que​ ​todo​ ​cambia​ ​en​ ​un​ ​instante. Tenemos esta lista de cosas para hacer antes de morir, estas cosas que queremos hacer en vida, y pensé en toda la gente a la que quería llegar y no lo hice, todas las cercas que quería reparar, todas las experiencias que he querido tener y nunca tuve. Mientras pensaba en eso más adelante, me vino una frase que es: “colecciono vinos malos”. Porque si el vino está listo y la persona está ahí, lo voy a abrir. Ya​ ​no​ ​quiero aplazar​ ​nada​ ​en​ ​la​ ​vida. Y esa urgencia, ese propósito, realmente ha cambiado mi vida.

Lo segundo que aprendí ese día…Y esto es mientras evitábamos el puente George Washington, que no fue por mucho… pensé sobre… realmente siento un gran pesar. He vivido una buena vida. En mi humanidad y con mis errores. He tratado de mejorar en todo lo que hice. Pero en mi humanidad, también di ​lugar​ ​a​ ​mi​ ​Ego.​ ​Y lamento el tiempo que desperdicié en​ ​cosas​ ​que​ ​no​ ​importaban​ ​con​ ​gente​ ​que sí​ ​importaba.​ ​Y pensé en mi relación con mi esposa, con mis amigos, con la gente… Y después, cómo medité en eso. Decidí​ ​eliminar​ ​la energía​ ​negativa​ ​de​ ​mi​ ​vida.​ ​No es perfecta, pero es mucho mejor. Ya no trato de tener razón; elijo ser feliz.

Lo tercero que aprendí… y esto es como que tu reloj mental va descontando, “15, 14, 13..” ves el agua aproximarse, estoy diciendo, “por favor vuela”… no quiero que esto se rompa en 20 piezas como se ven en esos documentales. Y mientras descendíamos tuve la sensación de… morir no da miedo. Es casi como que hemos estado preparándonos para ello toda nuestra vida. Pero fue muy triste. No me quería ir. Amo mi vida. Y esa tristeza se enmarca en un único pensamiento, que es, sólo deseo una cosa, ojalá pudiera ver a mis hijos crecer. Y para mí esa​ ​era​ ​toda​ ​la​ ​razón​ ​ ​de​ ​ser​ ​del​ ​mundo.​ ​ ​En ese punto comprendí, al conectar esos dos puntos, que lo único que importa en mi vida, es ser​ ​un​ ​gran​ ​padre.​ ​Sobre todas las cosas, la única meta que tengo en la vida es ser un buen padre.

Se me concedió el milagro de no morir ese día, y se me concedió otro regalo que fue la posibilidad de mirar el futuro y volver y VIVIR DE OTRA FORMA.

A ustedes que están volando hoy les desafío a que imaginen que lo mismo les pasa en su avión (y por favor, que no sea así), pero imaginen: ¿qué cambiarían, qué es lo que harían que aún esperan hacer porque piensan que van a vivir para siempre? ¿Cómo cambiarían sus relaciones y la energía negativa en ellas? Y lo más importante: ¿están siendo los mejores padres que pueden?».

Ric Elias, superviviente del accidente de avión que aterrizó en el río Hudson. Nueva York, 2009.

CLAVES PARA QUE TUS HIJOS VUELVAN A LA RUTINA TRAS LAS VACACIONES

… Y tú no tengas que ir directa/o al psicólogo 😛

Vacaciones: dícese de no tener horarios fijos, ausencia de rutinas, incremento de chuches, siestas a deshoras, acostarse a las 12 de la noche, tele… tele… calle, más calle… desayunar a la una del mediodía, jugar… jugar… y jugar.  Septiembre: rutina. Y si hay que pasar de eso a lo otro en un día… ¡Me temo que el descontrol puede ser im-presionante!

Las rutinas para ellos ayudan también a los padres, que todo se vuelva a posicionar aporta orden y facilita los hábitos que han de ir reapareciendo nuevamente. Instaurar un pequeño periodo adaptativo puede resultar de gran ayuda para toda la familia.

Si la vuelta de las vacaciones es difícil y a veces traumática para ti… también lo puede ser para tu hijo/a. Por eso, has de ayudarle facilitándole las cosas y a la vez, te estarás ayudando a ti.

  1. No esperes al día anterior de iniciar el cole para empezar con las rutinas, esto puede resultar un ‘fracaso absoluto’ para toooodaaaa la familia. Unos días antes, ve adoptando algún cambio, no todos a la vez, y en días posteriores ve introduciendo el resto.
  2. Mantén una actitud positiva frente a estos cambios ya que si tus hijos te ven y te sienten de mal humor, pesimista y desmotivado/a… es probable que adopten los mismos estados. No olvides que se miran día a día en ti.
  3. Adelanta la hora de que se vaya a dormir. Imprescindible rutina para que las demás vayan instalándose fácilmente. El primer, segundo y tercer día… ¡te costará sudores! Pero tras ese período poco a poco tu polluelo dejará de resistirse. Te dejo una tabla orientativa de las horas de irse a dormir según las recomendaciones pediátricas. VITAE PSICOTERAPIA
  4. Si ha perdido la rutina de hacer actividades escolares durante el verano, leer un rato antes de acostarse le ayudará no sólo a relajarse e introducirle al sueño, sino que le servirá también a modo de rutina escolar. Mucho mejor que ponerle directamente con las mates después de tanto descanso.
  5. Al igual que con el sueño, adelantar los horarios de las comidas/cenas facilitará mucho la entrada en este nuevo periodo post-vacacional. Es como decirle a nuestro cerebro que sintiéndolo mucho, hay que volver a lo de antes.
  6. Empieza a despertarlo/a antes unos cuantos días previos al inicio del cole, para que llegado el momento, las prisas y el malhumor no invadan tu casa.
  7. Prepara alguna actividad a corto plazo, para el próximo fin de semana tras la vuelta al colegio por ejemplo. Hacer una excursión al campo, quedar con los compañeros del cole o salir en bicicleta en familia puede resultar de gran ayuda en la vuelta a la rutina ya que las metas cortas son muy estimulantes.
  8. Motívale con los nuevos materiales del cole, hazle partícipe en la elección de los mismos, la ropa o uniformes nuevos, háblale con emoción y positividad sobre el nuevo curso y la cuesta… será más llana para todos.
  9. Ten paciencia… sé comprensivo/a con el pequeño porque no se resiste porque sí, ayúdale a comprender qué es lo que ocurre y no sólo porque lo dices tú.
  10. Si nada de esto te ayuda en obtener una vuelta a la rutina calmada y positiva, entonces sí… ¡Llámame y concertamos una cita! 😛

LOS CUENTOS CUENTAN

Cuando en sesión nos cuentan un sueño, es casi como escuchar una narración, un cuento… Nuestro cerebro no puede quedarse con huecos o páginas en blanco y va a tratar en todo momento de narrar historias para dar coherencia y sentido a nuestra existencia, a nuestro vivir.

Los niños son verdaderos narradores de historias. Para Freud, el niño construía una novela sobre sus propios orígenes que le ayudaba a liberar su angustia, ya que continuamente el niño se pregunta si está en buenas manos.

El mundo infantil está poblado de gigantes que hay que dominar y de brujas a las que hay que vencer” A. Storr

El mundo interior del niño es como un gran puzzle en el que él mismo debe ir cogiendo y seleccionando las piezas hasta formarlo por completo. Las grandes cuestiones filosóficas que dejan sin respuesta a muchos de sus progenitores, van encaminadas a dar sentido no solo a su existencia sino al mundo en general. Por todo ello, la educación de un niño es la de ayudarle a encontrar sentido en la vida. Son necesarias muchas experiencias a lo largo de todo el desarrollo para aprender a comprenderse mejor, para ser capaz después de comprender a los otros. Solo así desde niños somos capaces de establecer relaciones llenas de significado.

“SOLO LA ESPERANZA PUEDE SOSTENERNOS EN LAS ADVERSIDADES CON LAS QUE, INEVITABLEMENTE, NOS ENCONTRAMOS”.

Las primeras experiencias que promueven esa CAPACIDAD DE APRENDER A ENCONTRAR SENTIDO a su vida y a la vida en general, vienen dadas por los padres y aquellos que ejercen la función de cuidadores.

Nuestra herencia cultural es otro de los factores claves en la transmisión del sentido de la vida. Y en este sentido, cuando somos pequeños, la literatura es la que mejor aporta esta información. Pero me refiero a una literatura en concreto y no a aquella que tan solo aporta hábito en la lectura o la adquisición de reglas… Debe ser una lectura que aporte algo importante a la vida de uno. Y esta labor es de LOS CUENTOS DE HADAS: verdaderas obras de arte en las que su significado más profundo será distinto para cada persona e incluso para la misma persona en diferentes momentos de su vida.

Los cuentos de hadas (muchos de ellos sin hadas) enriquecen vidas, estimulan imaginaciones, elaboran conflictos, eliminan ansiedades, clarifican emociones presentando la realidad tal cual es: el amor mezclado con el odio, la angustia, el sufrimiento, el miedo a ser abandonado, la vejez, la muerte: el mundo en que vivimos y que muy a menudo los adultos tratamos de ocultar.

Pulgarcito, la Cenicienta, Blancanieves, Hansel y Gretel, los Tres Cerditos y muchos otros ayudaron a que, en nuestro interior, dejaran de rugir las pulsiones y sentimientos más voraces que no sabíamos colocar. Nos ayudaron a reconocer nuestras dificultades al mismo tiempo que nos proponían soluciones a lo que nos inquietaba. Tomaban muy en serio los conflictos que vivimos de niños, sin negarlos u omitirlos.

El niño va observando el mundo en el que vive y se va haciendo preguntas, muchas de ellas acerca de su seguridad en él. Amar intensamente a los padres y a la vez detestarlos, genera un malestar increíble. Esta ambivalencia, el cuento la permite vivir sobre la ficción. Si son sus padres los que cuentan el cuento, el niño deduce que ellos aprueban sus pensamientos más inconfesables. Esta seudo aprobación de su intimidad le ayuda a tener confianza en sí mismo primero, para aprender a confiar en la vida después.

«El niño necesita que se le dé la oportunidad de comprenderse a sí mismo en este mundo complejo con el que tiene que aprender a enfrentarse, precisamente porque su vida, a menudo, le desconcierta. Para poder hacer eso, debemos ayudar al niño a que extraiga un sentido coherente del tumulto de sus sentimientos. Necesita ideas de cómo poner en orden su casa interior y, sobre esta base, poder establecer un orden en su vida en general. Necesita aprender las ventajas de una conducta moral, no a través de conceptos éticos abstractos, sino mediante lo que parece tangiblemente correcto y, por ello, lleno de significado para el niño». B.Bettelheim

Al hacer referencia a los problemas humanos universales, especialmente aquellos que preocupan a la mente del niño, estas historias hablan a su pequeño yo en formación y estimulan su desarrollo, mientras que, al mismo tiempo, liberan al preconsciente y al inconsciente de sus pulsiones.

“Para poder dominar los problemas psicológicos del crecimiento —superar las frustraciones narcisistas, los conflictos edípicos, las rivalidades fraternas; renunciar a las dependencias de la infancia; obtener un sentimiento de identidad y de autovaloración, y un sentido de obligación moral—, el niño necesita comprender lo que está ocurriendo en su yo consciente y enfrentarse, también, con lo que sucede en su inconsciente”.

Bettelheim quiere señalar así que desde niños aprendemos a comprender no racionalmente sino dando orden y fantaseando sobre el significado de la historia y sus elementos significativos. En este sentido, los cuentos de hadas tienen un valor inestimable, puesto que ofrecen a la imaginación del niño nuevas dimensiones a las que le sería imposible llegar por sí solo.

Muchos padres creen que los niños únicamente deberían estar en contacto con el lado bueno de las cosas, la parte de realidad consciente y no con sus angustiosas fantasías inconscientes.

El psicoanálisis se creó para que el hombre fuera capaz de aceptar la naturaleza problemática de la vida sin ser vencido por ella o sin ceder a la evasión. Freud afirmó que el hombre solo logra extraer sentido a su existencia luchando valientemente contra lo que parecen abrumadoras fuerzas superiores.

Y ésta es precisamente la clave del mensaje que los cuentos de hadas transmiten a los niños: que la vida presenta serias dificultades que hay que combatir y luchar, que son inevitables y que tarde o temprano nos toparemos de bruces con ellas. Y que si nos enfrentamos a ellas, seguros de nosotros mismos, atravesando con esfuerzo los obstáculos muchas veces injustos, podremos salir finalmente victoriosos.

“Si deseamos vivir, no momento a momento, sino siendo realmente conscientes de nuestra existencia, nuestra necesidad más urgente y difícil es la de encontrar un significado a nuestras vidas. Como ya se sabe, mucha gente ha perdido el deseo de vivir y ha dejado de esforzarse, porque este sentido ha huido de ellos. La comprensión del sentido de la vida no se adquiere repentinamente a una edad determinada ni cuando uno ha llegado a la madurez cronológica, sino que, por el contrario, obtener una comprensión cierta de lo que es o de lo que debe ser el sentido de la vida, significa haber alcanzado la madurez psicológica. Este logro es el resultado final de un largo desarrollo: en cada etapa buscamos, y hemos de ser capaces de encontrar, un poco de significado congruente con el que ya se han desarrollado nuestras mentes”. Bruno Bettelheim, Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas.