He tardado 3 días en sentir que daba salida a mi tristeza.
He podido darle permiso y el derecho de volar.
Estoy viviendo y sintiendo estos días como un proceso de duelo, viendo la cara a cada fase del mismo como si de una pérdida humana se tratara. Y hasta creo que así es.
Estoy abrumada con todo el contenido informativo, cabreada con las alarmas innecesarias y con todas las recomendaciones que muchas personas se saltan a la torera porque les da la gana. Indignada con los bulos omnipresentes, y saturada de todas publicaciones en redes de las «cosas» que otros dicen que podemos hacer.
Hacer….Hacer….y Hacer….. Yo llevo 3 días «sin hacer». En pijama y sin maquillaje. Sintiendo, llorando, dejando que este sentir me desborde y limpiando las tuberías que atascan mis nudos de la garganta. Frustrada por la rotura de mis planes que se construyeron tras meses de fantasías.
Estos días también podemos pensar, reflexionar, hacer introspección de nosotros mismos, de nuestra vida y nuestra historia de vida.
De cómo vivo y cómo deseo vivir. ¿Cómo soy de verdad, cuando nadie me mira? ¿Qué me dice el silencio cuando no puedo elegir salir, correr, hacer, huir…?
Me encanta ver esas comunidades de vecinos cantando, bailando y jugando al bingo a través de las ventanas, la mía es de otros menesteres pero ansío esas tribus unidas, pero también podemos reflexionar a qué tipo de sociedad pertenezco, que me está mostrando los aplausos y los carteles de ayuda solidaria y a la vez la otra cara del pánico y el egoísmo desbordado.
Podemos parar de hacer lo que hacemos siempre, y empezar a respirar sintiendo que respiro; podemos empezar a aprender el significado de «dolce far niente»; podemos comunicarnos desde el «te echo de menos» con una videollamada que hace siglos que decimos que tenemos que hacer.
Mi tristeza es la última gotita en ese vaso contenedor de vida por tener que separarme de una de las personas que más amo en el mundo ya que la incertidumbre de este confinamiento deja tanto en el aíre que pega portazo a cualquier plan de visitas y amores.
Esa imagen mirándome mientras caminaba hacia el vagón del tren me habla de tantas y tantas separaciones…Tuve miedo de no verla y es ahí cuando mi mente me lleva a ser consciente de lo que nos traen situaciones como esta que todos vivimos ahora. Ante la pérdida, sea del tipo que sea, se cuela el miedo y se mete a dormir con nosotros. La angustia nos impide respirar y tragar la realidad que puede asomarse.
Mi naturaleza me permite sentirme serena. ¡No tengo miedo a enfermar! ¡Tengo miedo de pérdida!
¿En quién piensas ahora que no puedes salir de casa? ¿Qué nombres se repiten? ¿Dónde y con quién te gustaría estar? ¿Qué te quedó por decir? ¿A quién echas de menos?
Esto está sobre la mesa de este aislamiento y es tuyo. Está en tu interior. ¿Cómo te permites SER ahora? ¿Cómo te permites sentirTE? ¿Cómo te manejas con tus miedos, la soledad, la incertidumbre…?
Mañana, mi mamá tuyo un día muy especial hace muchos años y yo me pondré mis mejores galas (voy a estrenar el precioso regalo de mi amiga Bea porque #nohacefaltaunmotivoparaestrenar) aunque debajo asome el pijama de estrellitas de «la vecina rubia» y brindaré por la vida, desde mi ventana, esperando que salga el sol.