Tres cosas que los niños necesitan del mundo y que muchos están perdiendo en esta cuarentena:
(hablaré del término «PADRES» para referirme a padres y madres)
Los padres necesitan entender que no es solo un momento difícil para ellos como adultos sino que también es un momento muy crítico para sus hij@s y el desarrollo de su personalidad.
Lo primero que un niño/a necesita es sentir ESTABILIDAD en su vida.
Sentir que está a salvo.
Y ahora todo lo que vive es distinto a lo conocido: la escuela es distinta, el ver a los amig@s es distinto, el mundo es distinto y hasta sus padres son distintos.
Los niñ@s necesitan sentirse seguros dentro de tanto cambio a su alrededor.
Lo segundo que necesita un niño es SENTIRSE AMADO.
Que sepa y sienta que le quieren.
En esta cuarentena, muchos papás están conviviendo por primera vez con sus hij@s más de 7 horas seguidas. No es que antes no lo hicieran, sino que apenas les veían 4-5 horas. Da igual 4-5 que 5-6…. El caso es que muchos padres están descubriendo los gustos, necesidades, diversiones o dificultades de sus hij@s. Y eso les puede hacer sentirse desbordados dentro de cuatro paredes, día tras día. Soy yo el que se siente desbordado. Y la mayoría de las veces no es mi hijo/a el/la que me desborda.
Si unimos este malestar, al: no sé qué hacer para «entretenerlos»; a mi propio sentir; a que mis pensamientos me llevan una y otra vez al mismo tema; a que no se separan de nosotros los problemas económicos; al insomnio por nuestros miedos, nuestra incertidumbre y nuestro desasosiego por el «mañana»…..se nos olvida hacer sentir al otro que le amamos más allá del «hoy y sus dificultades».
Lo tercero que no puede perder un niño es la CERTIDUMBRE de que pase lo que pase, sea el «mañana» como sea, yo estoy contigo, esto pasará y se saldrá adelante.
Y ¿qué es lo que están escuchando los niñ@s la mayor parte del día? Noticias catastróficas, cifras de muertes, conversaciones telefónicas apocalípticas, conversaciones entre los padres acerca de la incertidumbre de «cuando esto termine», llantos por la pérdida de empleo, temor por la preocupación de contagio, noticias otra vez….y miedo. Mucho miedo.
Todo esto lo perciben a través de sus oídos pero también de las miradas de sus padres, de sus gestos y del trato que perciben.
Los adultos tenemos miedos, y rabia, y sentimos tristeza o desesperada…y nos sentimos indefensos y dependientes, sin control de la situación. Justo eso mismo es lo que puede sentir un bebé, un niño/a o un adolescente: una terrible angustia ante cualquier decisión que sus padres toman por ellos (por muy simple o banal que nos pueda parecer a nosotros).
Debemos transmitirle que será fuerte para atravesar las dificultades de la vida y realizará exitosamente su futuro.
«Y lo harás hijo mío gracias a tu fortaleza y porque yo te quiero y cuido de ti».
Escucho muchas quejas en sesiones porque los niñ@s no pueden salir a la calle. Si el confinamiento es lo que nos pone a salvo, mucho más les pondrá a ellos. Los niñ@s tienen una gran capacidad de adaptación y flexibilidad a cualquier entorno.
Volverán a sentir el sol en la cara, a retomar sus miles de actividades extraescolares y a correr maratones de esquina a esquina. Y hasta retomarán con ganas el reencuentro con el cole.
Pero necesitan el «contacto» desde «adentro». Podemos y debemos proporcionarles el modo de contactar con sus iguales, con llamadas, audios o videollamadas, pero sentir que están en famila, que se sienten seguros y amados les dota de una gran tranquilidad.
Lo que un adolescente no puede perder es «el contacto» con el «afuera», sea de la forma que sea necesita ese sentir que se une al otro, que está «conectado», no sólo con sus amig@s sino también con los «maestr@s» que son los profesores. Buscan la unión del profesorado en la pantalla porque hasta sus riñas las echan de menos. No importa nada más que seguir unidos y proyectar un futuro prometedor, ya que muchos de ellos conviven con la incertidumbre de las pruebas de selectividad.
Los niñ@s necesitan amor, seguridad y tolerancia. Todo el rato. Todo el tiempo…
Y en estos momentos de confinamiento muchos niños están perdiendo gran parte de esas bases vitales.
Nos encontramos con que cada miembro de la familia tiene dificultades distintas para satisfacer sus necesidades, y si nosotros como adultos no podemos controlar esa satisfacción, menos aún lo podrán hacer los niños/jóvenes ya que la autoridad escapa a sus identidades. La autoridad son los padres.
Se están produciendo entre las parejas choques, peleas, discusiones en las que ninguna de las partes puede salir de la escena y el clima familiar queda contaminado por un conflicto que nada bueno puede acarrear en confinamiento.
Tenemos disposición de tiempo y sentir tranquilidad será la veleta que marque una u otra dirección de nuestro viento.
Entre tener razón y estar tranquilos….opta por ESTAR TRANQUILOS y evitar conflictos.
Respecto a la TOLERANCIA, no significa que debamos permitirles que siempre digan y hagan lo que les apetezca. Ser tolerantes no es sinónimo de «ausencias de límites o frustraciones».
«Las frustraciones que en realidad importan son las relativas a la necesidad que tiene el niño de amor y cuidado por parte de sus padres. Siempre que estas apetencias queden satisfechas, las frustraciones de otras clases importan poco» (Bolwby).
Lo que sí es necesario y muy importante, es poder tener o desarrollar la habilidad de distinguir aquellas frustraciones que deben evitarse de las que son inevitables. La mayoría de las veces, un enfado en los niñ@s conlleva una pérdida de paciencia en los padres, Y VICEVERSA.
En múltiples ocasiones, hay una gran montaña de enfado, irritabilidad y hasta de elevado tono de voz de los padres que está generado por sus propias expectativas «fallidas» cuando el/la niño/a no se adapta a lo que yo quiero.
Por ejemplo, ¿cuántos enfados, irritabilidad y hasta gritos recordamos porque no comieron lo que yo quería que comieran, que yo había preparado durante mucho tiempo con todo mi amor y dedicación? Creo que recordaremos más de un enfado así. ¿Dónde nos lleva?
«Me quedé hasta tarde sin ducharme ni nada para preparar el puré de verduras de mañana porque no llego a todo. Les pongo lenguado o rape, no cualquier pescado, las judías verdes son frescas, nada de embotadas ni cocidas. Y me lo escupen en la cara porque prefieren meter la mano en cualquier plato que ven.¡¡Incluido el cuenco de la comida de la perra!!»
Esta era una de las últimas conversaciones con una mamá de dos mellizos de año y medio antes del confinamiento. Los niñ@s nos van marcando los pasos…el ritmo….y los tiempos. Hay que estar atentos y receptivos a esas señales.
Pero no solo hay irritabilidad o enfado en los padres, también en los hij@s. Y en muchas ocasiones no nos gusta o no podemos sostener las emociones que sacan al exterior: «no llores», «eso no es nada», «qué más te da hoy que mañana»….
Soportar las descargas de los hij@s de rabia, enfado y en ocasiones odio…les muestra que no nos asusta su sentir, que estamos sosteniéndolo y con ello permitiéndole dar una salida a todo eso que siente.
¡¡Que su sentir es válido!! Y esto es tremendamente positivo porque se le muestra al niño una «atmósfera de tolerancia en la que puede prosperar el autocontrol» (Bolwby).
Ahora bien, ¿cómo le hago ver a mi hijo/a que su sentir es válido, si yo misma no válido mi propio sentir cuando creo que debo ser «Superwoman», poder llegar a todo, hacer fitness, yoga y meditación, la comida y arcoíris de colores….hacer….hacer y más hacer….y además de todo eso….ser positiva????
Ahí es donde entra la importancia de la propia gestión emocional.
Actuar de un modo tranquilo pero firme no es incompatible. Es lo deseable. Si hay unos papás cercanos, receptivos, serenos y tranquilos, los niñ@s se empaparàn de todo eso. Ese clima generará bienestar siempre, más allá de los desacuerdos interfamiliares que puedan existir.
Si por el contrario hay gritos, desacuerdos en su presencia, faltas de respeto y ausencia de paciencia….ellos, los niñ@s, acabarán siendo los depositarios de esos conflictos. Estar irritados por «cosas nuestras» y volcar en ellos esa irritabilidad no es nada difícil.
De ahí la importancia de que los papás puedan encontrar un espacio donde sacar sus emociones, sus miedos, su angustia….y no reservarlo en su interior como almacenaje en una olla a presión…. porque acaba explotando en el mismo sitio.
Hablo de poder resolver nuestra tensión afectiva y regular nuestras emociones para gestionar nuestro autocontrol.
«Aquello que importa no es solo lo que hacemos, sino el modo como lo hacemos» (Bolwby).
Los adultos también tenemos sentimos se celos…de rabia…de irá…de impotencia….y los sacamos consciente o inconscientemente. Si esto sucede de forma ocasional no ejercerá la misma influencia en el niño/a que si es una dinámica personal o familiar continua e intensa. Y os aseguro que hay familias que el patrón de los gritos y los mandatos a voces es el pan nuestro de cada día. No es cuestión de ser psicóloga para darse cuenta, basta con tener vecinos.
Unos papás tranquilos, que aprendan sobre sus emociones y la gestión sobre las mismas, generará hijos emocionalmente sanos.
De toda mi experiencia clínica en la atención a adultos, a niños (y a sus padres) y concretamente con los Grupos de Reflexión de Padres que desde Vitaepsicoterapia se desarrollaron hace 3 años, puedo decir que la mayoría de ellos acaban viendo una parte de sí mismos que desconocían. En dichos grupos les invito a dejar de observar esa parte conflictiva con sus hij@s, para empezar a ver cómo ellos mismos fueron hijos…. qué tipo de niños fueron, qué tipo de niños les permitieron ser… qué tipos de papás tuvieron… Y esta nueva visión del «cómo yo fuí hijo» da un giro en la dinámica familiar y les lleva directamente al modo presente como padres, a su presencia o ausencia de autocontrol y a su tolerancia y modos de resolución ante las dificultades de la vida.
Escucho un audio de dos niños amigos de 8 años que se comunican a través del móvil de sus respectivas mamás tras la primera semana de confinamiento.
Uno trata de decirle algo al otro mientras de fondo se escucha un: «devuélvemeeeeeeee el móóóóóóviiiiiiiiiiiiil» a través de un gran grito lleno de fuerza. No sé qué emoción puede esconderse detrás pero su hijo lo detecta inmediatamente poniéndole su propio nombre:
–niño 1: «no es por ti, es mi madre que está frustrada» En realidad dice «fustrada» y más allá de que sea consciente del verdadero significado de la palabra, él sabe perfectamente lo que quiere decir.
-niño 2: «lo siento…. Tú puedes llamarnos (se refiere a él y a su hermano) cuando quieras, nosotros siempre estamos disponibles».
Aquí sin ver nada más, sin conocer nada más, se distinguen dos tipos de dinámica familiar entre el niño 1 y el niño 2.
Preguntémonos, ¿Qué tipo de sensibilidad tenemos o mostramos ante las necesidades de ellos?
Pensemos en la dificultad que todo adulto tenemos en nuestra regulación emocional, concretamente en la regulación de nuestra propia ambivalencia (amor-odio).
Estamos muy centrados en que obedezcan las normas, nuestras normas, y se nos olvida lo lejano que puede quedar la raíz del vínculo con esa asunción de la disciplina.
Y ¿qué pasa cuándo no conseguimos esa obediencia?
Mamás y papás agotados, frustrados y enfadados. Y cada vez más lejos de lo verdaderamente importante:
«Hacer que se sientan amados».
Os invito a reflexionar…. Si un amiguito de mi hijo/a hace algo que se aleja de mis expectativas….o no se comporta dando gusto a mi deseo o a mis normas, ¿le tratamos igual que a nuestro hijo? O ¿somos más delicados y en definitiva más tolerantes?
Generalmente nos resulta más fácil tratar a los hij@s de otros que a los propios, y a los nenes parece que les pasa algo similar, ya que estar en una casa que no es la suya también les resulta sencillo ya que casi siempre son «modelos de comportamiento». Acaban comiendo lo que nunca comen y comportándose como nunca lo hacen en su casa.
Una actuación amable y cariñosa siempre va a ser mejor opción que un castigo. Siempre.
Además de poder enseñarle un modelo de regulación emocional. Aspecto más que importante para el desarrollo de su personalidad.
Mi esfuerzo como terapeuta está encaminado no tanto a la atención infantil sino más centrada en ayudar a los padres en la resolución de sus problemas emocionales y en la gestión de sus sentimientos, que los permita así desarrollar las destrezas y habilidades que ya poseen y solo deben dejar salir de ellos mismos, para convertirse en los papás que desean ser.
Este post está inspirado en Frank Pucelik y en las enseñanzas y las lecturas de J. Bolwby.