– «Yo estoy bien…»
Esta pregunta me ha llegado muchas veces por personas amigas, conocidas, desconocidas…casi siempre en un café, a pie de calle, en un encuentro…la última vez fue hace muy poco en relación a si después de un gran «susto» como sufrir un infarto y sobrevivir a él, uno «debe» plantearse ir al psicólogo. El cúando y el por qué, son interrogantes que siguen a la primera cuestión.
Pero, ¿Qué es estar bien?
De entrada, esa frase ya suena a notas subjetivas…Pero reflexionar sobre si estamos bien, hace que conectemos con nuestro sentido de la vida: saber si estamos y nos sentimos bien.
Este blog tomó su nombre de esa búsqueda del sentido a mis días tras «un susto» de 6 ciclos de quimioterapia. Una vez que se termina…aún no se termina. Le siguen meses de un REinicio fisiológico y de un volcán psicológico continuamente en erupción. Hace poquito, terminé mi tercera operación de un nuevo «susto» (benigno eso sí) que había que desahuciar. ¿Cómo no revisar todo este complejo diario?
El que más o el que menos, se pregunta cosas…y los interrogantes en los psicólogos son nuestros «perros guía».
REbuscar conexiones con mi propio ser, REvisar mi historia para dar comprensión, significado y nombre a estas huellas inseparables ya de mi historia. «Estamos hechos de historias» (qué preciosidad de frase).
¿Sola o con ayuda?
Auto-explorarse psíquica y emocionalmente no es tarea sencilla…Es una labor de reflexión sobre uno mismo, sobre quién soy, sobre lo que me pasa, sobre lo que tengo y porqué lo tengo. No, no es sencillo…No sólo ocurre con este tipo de enfermedades… da igual el apellido de cada una, si se llama linfoma, leucemia o si se llama infarto, la fuerza con la que te arrollan te llevan bien a poner palabras a lo sucedido, a lo pensado, a lo fantaseado, a lo esperado…a la frustración, al cansancio, al agotamiento, a la desgana…; o a todo lo contrario, silenciar, callar, reprimir cualquier movimiento emocional.
Se rompe tu rutina en pedazos cual jarrón de porcelana y hay quien decide pegarSE los trocitos haciendo un “trabajo de chinos”, sin saber qué trozo va unido a otro, qué parte va en qué parte, en vez de buscar ayuda en un profesional que le guíe en esa reconstrucción. A veces quedan huecos por no haberlos podido sellar correctamente…
Yo preferí volver a mi analista para REcolocar las piezas que perdí por el camino porque tras cualquier cambio y más tras una enfermedad, todo el suelo se mueve y no es fácil sujetar cada una de las cosas que están sobre él. Creo que no hay mejores palabras que para expresar lo que quiero decir que la frase que da título a un disco musical:
«Casi nada está en su sitio» . Víctor Manuel
Cuando deviene una enfermedad, pasa a quedar sellada en tu biografía, en tu historia de vida. Y hay que leerla porque tiene un lenguaje.
Los cambios emocionales más frecuentes son la aparición de ansiedad y depresión. Cada enfermedad atraviesa unas fases hasta su recuperación. Fases por las que el enfermo va cabalgando a distinto trote. En cualquier enfermedad median los factores psicológicos…en todas. Algunas de ellas hasta son causadas por éstos.
¿Pensáis que la rabia acumulada no influye en nuestro organismo? ¿O la envidia? ¿O el amor/rencor reprimido por intolerable hacia alguien? ¿Y la rivalidad entre hermanos o compañeros? ¿Y el egoismo? ¿Y callar lo que soy o deseo por el terrible temor a lo que piensen de mi? ¿Y casarme con una mujer cuando deseo a un hombre? ¿O a otra mujer?. Los conflictos emocionales hablan. Y muchas veces hablan a través del cuerpo.
Tenemos claro que las emociones influyen en nuestro ánimo, modifican nuestro humor, cambian nuestros pensamientos…Pero no vemos con la misma claridad que influyan en nuestras funciones orgánicas.Vivimos en la dualidad cuerpo-mente cuando el hombre, es un ser psicosomático. Si observamos la enfermedad desde esta disociación, no vamos a llegar nunca a su comprensión. «Cada enfermedad tiene su propia historia y su propio significado».
Poner palabras hace real lo que sentimos, lo rescatamos de la represión. De este modo, salvamos a nuestros órganos de caer enfermos.
«Dad palabras al dolor: el dolor que no habla gime en el corazón hasta que lo rompe» W. Shakespeare
Esa ansiedad que antes mencionaba se pone de manifiesto en el miedo a que se repitan los síntomas, a que la debilidad sentida se convierta en un estado permanente, a morir…Los síntomas depresivos se pueden manifestar tras ser consciente del grave padecimiento que se ha sufrido, por el temor a que los cambios en la actividad de ocio, laboral o sexual sean permanentes, a la hipersensibilidad que se desarrolla en las relaciones personales de modo que una simple llamada o la ausencia de la misma pueda significar algo que selle o destruya una amistad.
El lado opuesto a poner palabras es el de negar cualquier signo emocional en el curso o recuperación de la enfermedad, haciendo un “como si” no hubiera pasado nada. En cualquiera de los casos, poder REestablecer el equilibrio emocional, tener presente el estado de vulnerabilidad física y emocional que deja el «tsunami patológico» que ha devastado toda tu persona, es una labor imprescindible para todo superviviente. Porque lo que hay que tener en cuenta, es que la enfermedad no viene sola….ese «tsunami» arrasa con todo lo personal y repercute en las relaciones del entorno más próximo, y lo más probable es que puedan surgir otros “cambios colaterales”. Con todo esto, es muy probable, que uno no sepa ni por dónde empezar.
Hay un momento, o muchos, en los que percibimos que una dificultad comienza a ser debilitante en nuestra vida, que nuestros días no son los mismos porque esa dificultad nos invade el pensamiento, el sentir, las noches, las conversaciones con otros o con uno mismo…ese es el momentode hablar sobre lo que nos sucede.
«La psicoterapia profunda trata de cambiar la manera de reaccionar y de vivir del paciente. Modifica ciertos rasgos del carácter, de nuestra manera de ser y de proceder, para favorecer el bienestar de la persona. Hay enfermedades que surgen por nuestra manera de ser». L.Choizza
No hay un protocolo de actuación emocional sobre qué pasos dar tras un divorcio, tras la muerte de un amigo o tras una enfermedad. Pero si duele y no hay herida…ni tampoco cicatriz, quizá se deba a que está en lo profundo y tú sólo miras la superficie.
¿Ir a un psicólogo….? ¿Para qué? ¿A qué me va a ayudar?
Hay tantas cuestiones que nos pasan por la cabeza tras distintos sucesos…que en el momento en que uno se plantea cualquier interrogante, puede ser un indicativo de que “hay algo” que o no va bien en mi, o en mis relaciones, o en mi cuerpo….Al menos lo que hay es una idea preconcebida de qué situaciones son las que nos llevan a las consultas de los psicólogos buscando orientación. Buscando saber.
La persona que acude a un psicólogo no siempre va con las ideas claras sobre lo que le ocurre. Y cuando surge por parte del terapeuta la pregunta:
– “cuénteme, ¿en qué puedo ayudarle?” , se establece un silencio; un:”no sé por dónde empezar”; un:“Bufffff…” o un llanto que ya indica, que quizás no exista una única causa por la que está allí.
Tenemos el prejuicio que para acudir al psicólogo debe existir un motivo de gravedad o una enfermedad mental que sea lo que justifique que yo vaya a terapia.
En España es muy común mantener en secreto si vamos a psicoterapia. Seguimos pensando que el diván es para los trastornos graves o para los «trastornados», pero no para mi. Aquí pensamos que el que va al psicólogo es porque tiene graves problemas…mientras en Argentina, no ir a psicoterapia es señal de que tienes problemas. Nos separa no sólo un charco oceánico.
La psicoterapia no sólo es tratar las enfermedades emocionales. ”La asistencia psicológica ayuda en la vida emocional y es necesaria para resolver distintos problemas que enfrentan los individuos a lo largo de su vida”.
Es dar un lugar a la persona que necesita depositar la angustia que le produce pensar en algo…sentir de una determinada forma, o actuar de modos que dificultan sus relaciones personales.
Es que me ayuden a encontrar herramientas que contribuyan a facilitar mi bienestar en momentos de abatimiento, tristeza, dolor..
Da igual el apellido que lleve lo que te sucede, si no te encuentras bien…hay que ir a buscar qué es lo que pasa. ¿No hacemos esto desde el lado físico? Identificamos un dolor y nos ponemos manos a la obra para saber qué es lo que me pasa, qué me duele o qué tengo.
¿Sabes qué es lo que hablas en una psicoterapia?
Hablas de tus relaciones personales, de tu familia, de su trabajo, de sus miedos, de sus deseos frustrados, de sus fantasías ocultas, de lo que te preocupa…. hablas del hoy, hablas del ayer, hablas del mañana. Hablas de ti.
Muchas veces no sabrás identificar qué es lo que te pasa. No sabrás por qué sufres. Sólo sabrás, que sufres. Y cuando encuentres un lugar y UN TERAPEUTA en el que puedes depositar tus palabras, acabas encontrando tu espacio analítico. En mayúsculas porque es la alianza terapéutica entre paciente y analista lo que va a determinar el curso de dicha terapia. La confianza que se establece, el vínculo que se crea entre tu terapeuta y tú, es único y exclusivo.
Hay veces que resulta más fácil identificar lo que nos ocurre porque aparecen síntomas visibles, pero en muchas ocasiones no hay alertas que nos hagan parar a pensar si hay que coger un bastón para seguir caminando. Lo peor de todo resulta de negar que lo me sucede tratando de dar normalidad a mi estado de ánimo o a mi situación personal, y esperar que se acabe pasando o solucionando solo.
En nuestra cultura es común que mero hecho de ponerme a pensar que quizá pueda necesitar ir al psicólogo, es señal de que me pasa algo “raro”, con lo que no ir, es hacer que todo sea “normal”.
La Salud mental quedó asociada a los manicomios de camisas de fuerzas y electroshocks. El apellido “MENTAL” en muchas personas es sinónimo de “trastorno mental”, y ese es uno de los principales motivos por los que se silencia el acudir a este servicio para cuidar nuestra Salud Mental, y la acabemos depositando en amigos o cualquier persona dispuesta a escucharnos, y no en un profesional. A nadie se nos ocurriría enseñarle las caries a nuestro camarero de confianza para ver si él puede hacer algo por nosotros, en vez de acudir al dentista.
Callamos que acudimos al psicólogo por miedo a ser juzgados o diagnosticados de “chalados” por los amigos del prejuicio fácil y el estigma verborreico. Los psicólogos no juzgamos. Desde el trabajo analítico, como señala Rolón, «nos convertimos en oyentes interesados en el dolor de otros».
El temor a lo que opinen otros es algo muy común y habitual entre las personas. Y esto condiciona mi libertad a contar con naturalidad que estoy en terapia porque estoy muy bloqueado, triste sin motivo aparente, porque tengo un trastorno de personalidad, o para saber más de mí.
No tardamos mucho en conocer a nuestra pareja o a nuestro nuevo amigo…unos meses o algún que otro año…y sin embargo podemos tardar toda una vida en conocernos a nosotros mismos.
Vivimos en una cultura donde ser fuerte está sobrevalorado…y ser sensible es sinónimo de debilidad. Con esta combinación dual, poca actuación queda ante sentirme abatido, agotado, derrotado, o confuso. No digamos nada entonces de la apariencia idílica que necesitamos mostrar acerca de nuestra vida…Vivimos en días donde no es tan importante vivir bien sino aparentar y mostrar que se vive bien.
Este aparentar ser quien no soy pesa mucho a la espalda de cualquier persona como para mostrar a mi “grupi” que voy al psicólogo, no vayan a pensar, que mi vida de 10, es en realidad de 9,5.
No estamos mal de la cabeza los que hemos acudido o tenemos que acudir a terapia. Somos valientes que deciden descubrir quienes somos y por qué somos así; cómo podemos actuar de otra forma menos dañina para nuestra persona o para los que nos rodean; cómo podemos hacer mi marido y yo para que aquello que fue, siga siendo….
Sólo tras revisar las SOMBRAS personales de nuestra infancia y de nuestros días, sólo tras analizar nuestros fantasmas y lidiar con nuestros GIGANTES, podemos ser analistas para otras personas. Ese es uno de los requisitos imprescindibles de todo terapeuta de orientación psicoanalítica.
¿Sabes cuándo es el momento de acudir a terapia?
Cuando sientes que no puedes superar solo una situación que te genera angustia. Cuando quieres colocar «cada cosa en su sitio». Tan sencillo de escribir, tan sencillo de leer y tan complejo de encontar.